Carros de fuego

Título Carros de fuegoCarros de fuego
Director
 Hugh Hudson
Guión 
Colin Welland
Reparto 
Ben Cross, Ian Charleson, Nigel Havers, Cheryl Campbell, Alice Krige, Ian Holm,John Gielgud, Lindsay Anderson, Brad Davis, Dennis Christopher, Nigel Davenport,Peter Egan, Patrick Magee
Música 
Vangelis
Año 
1981
País 
Reino Unido
Duración 
123 min.
Temática 
Atletismo Historia del deporte Juegos Olímpicos Historia del deporte británico
Dónde comprarlo
Dvdgo (6.41 €) Fnac (6.99 €) Amazon (7.32 €)
Tráiler

SINOPSIS

Quizá no la hayáis visto, pero habréis oído hablar de ella. O quizá no hayáis oído hablar de ella, pero habéis escuchado su BSO, una obra maestra. A cargo de Vangelis, por cierto. Y vale, podemos aceptar que, por ser de hace más de 20 años, todavía quedara algún rezagado que no tuviera conocimiento alguno de ella hasta el verano pasado, cuando en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, Rowan Atkinson (el actor que encarna al archiconocido Mr. Bean) parodiara una de las escenas más míticas de la película. No podía faltar la referencia a la cinta británica que encarna a la perfección los valores olímpicos, en un escenario y en un momento tan mágico.

Quizá correr sea uno de los deportes más antiguos del mundo. Junto al tiro con arco, otrora fueron dos de los instrumentos principales de los homínidos para poder alimentarse a través de la caza, hace ya miles de años, antes de que el hombre se sedentarizara con la llegada de la agricultura y la ganadería en el Neolítico.

Correr es un acto natural, inherente a la especie desde tiempos inmemoriales. Las motivaciones son variopintas. Y aquí nos encontramos con Carros de fuego, un clásico del cine de temática deportiva que va un poco más allá. La película, cuyo título está inspirado por la canción Jerusalem, basada en el poema de William Blake, gira en torno a la historia real de los atletas británicos Harold Abrahams y Eric Liddell, que disputaron los Juegos Olímpicos de París 1924, consiguiendo medallas de oro en los 100 y 400 metros lisos respectivamente.

Se trata de la confrontación de dos maneras de entender el atletismo. Por un lado, la de Liddell, escocés espiritual, que recibe su velocidad como un don dado por Dios que ha de aprovechar para vencer y así honrarlo. Por otra, Abrahams, un desafiante y ambicioso judío, obsesionado con la victoria a costa de todo. Esas maneras de entender este deporte, generarán a su vez diferentes  disyuntivas, reflexiones y preocupaciones a la hora de afrontar los momentos difíciles. El miedo a no ganar, el miedo a no honrar.

Carros de fuego, es un homenaje al deporte con mayúsculas. A los valores intrínsecos de la actividad física. Al esfuerzo personal, a la superación. A los inicios del profesionalismo, a la doble cara de aquellos que quieren ganar a toda costa, siempre sin sacar sus pies de las líneas que delimitan el reglamento. Es a su vez una loa al honor de aquellos que alguna vez representaron a su país en un evento de las dimensiones de unos Juegos Olímpicos.

A nivel cinematográfico es un clásico que recibió el Oscar a Mejor Película en 1982, y siempre ha de ser un referente para aquellos que se apasionan con el deporte. Con un gran cuidado en las escenas de las carreras y del vestuario, por el que también recibió un Oscar (al parecer, se instó a los extras a que llevarán la ropa de época que tuvieran, incentivándoles con el doble de salario por ello), otro de los grandes fuertes es su banda sonora, como recordábamos al principio, también premiada con el máximo galardón del cine. Una música que quedó asociada para la eternidad a la acción de correr.

Decía Michael Robinson en el inicio de su nuevo programa Acento Robinsonque «el deporte es una metáfora de la vida, y una escusa perfecta para contar historias humanas». Carros de fuego honra esta sentencia a la perfección.

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Nacidos para correr, de Christopher MacDougall.
Correr, de Jean Echenoz.

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